En diciembre, el IPC aumentó hasta cotas históricas del 6,5%, siendo el encarecimiento de los productos energéticos el principal elemento inflacionista. Con todo, la media del año se situó en el 3,1%, lo que confirma la diferente situación que ha tenido el IPC a lo largo del año, con una tasa del 0,5% en enero, que contrasta con el dato puntual de final de ejercicio.
Además, en la inflación de 2021 hay un fuerte componente de “efecto base”, ya que en 2020 los precios cayeron hasta el mes de diciembre.
La inflación subyacente aumenta cuatro décimas, situando su tasa de variación en el 2,1% interanual en diciembre. En el conjunto del año, la tasa media fue del 0,8%, lo que da cuenta del control de precios que todavía permanece en algunos sectores de la economía española, que no han repercutido el aumento de costes de producción en los precios finales de bienes y servicios. Todo esto implica una reducción significativa de los márgenes empresariales en estos sectores en un momento delicado para muchas empresas tras meses de crisis y restricciones a la actividad.
Este comportamiento de la inflación subyacente es más acorde con la evolución del deflactor del PIB, que en media de los tres primeros trimestres de 2021 alcanza un 1,3%.
De cara a 2022, se espera que el impacto de los precios de las materias primas sobre la inflación general se vaya desacelerando, lo que, unido a que la subyacente continuará en niveles moderados, serán factores atenuadores de la inflación.
Tanto el Banco Central Europeo como la Comisión Europea ven el aumento de las materias primas actual como algo transitorio y se debe evitar, en la medida de lo posible, su traslado a precios finales o salarios para no prolongar su efecto.
En términos de comparación con Europa, el IPCA en diciembre alcanzó una tasa del 6,6%, mientras que en la Unión Monetaria esta tasa se situó en el 5,0%, por lo que se amplió el diferencial positivo en diciembre. Esto puede dañar la competitividad de la economía española.
Entrando en un análisis más desagregado de la inflación, cabe destacar que dentro del componente subyacente, los precios de los servicios aumentan su ritmo interanual en una décima hasta el 1,8%; los precios de los bienes industriales sin productos energéticos incrementan en tres décimas su tasa de variación hasta el 1,4%; y los alimentos con elaboración, bebidas y tabaco aceleran su tasa interanual un punto hasta el 3,5%.
Los precios de los alimentos sin elaboración aumentan en 2,6 puntos porcentuales su tasa de variación interanual hasta el 6,5%. Destaca el incremento de los precios de todos los tipos de carne, especialmente la de ovino (21,8%), y del pescado, cuya evolución puede estar condicionada por el aumento de la demanda de cara a las fiestas navideñas, aunque también registran crecimientos elevados frutas y legumbres frescas (9% y 8%, respectivamente).
Los precios energéticos constituyen el componente más inflacionista del IPC, con una tasa interanual del 40,2%. Los precios de la electricidad, junto con los carburantes y de los combustibles líquidos, mantienen ritmos de crecimiento interanual muy elevados. En diciembre el precio del crudo Brent se redujo hasta los 74,4 dólares/barril en promedio, un -9,2% inferior al mes de noviembre, aunque en términos anuales fue un 48% superior al de diciembre de 2020.
En euros, el incremento interanual ha sido del 59,5%, debido a la mayor fortaleza actual del dólar. En los primeros días de enero el precio del petróleo ha vuelto a incrementarse, impulsado por las expectativas de que los efectos de la variante ómicron sobre la actividad serán limitados. Así, en lo que llevamos de mes se sitúa alrededor de los 83 dólares/barril de promedio, lo que generaría incrementos interanuales próximos al 64% en euros. Estas tasas se irán reduciendo progresivamente a medida que avance el año por la moderación suave de los precios del crudo que anticipan los futuros y por los efectos base frente a 2021.
Fuente: CEOE