Una industria estancada y con problemas de talento amenazan con hacer descarrilar la oportunidad de crear gigantes en la UE
La industria de la defensa ha pasado en pocos meses de ser un asunto periférico a ocupar el centro de la estrategia de los estados. La guerra de Ucrania, el rearme europeo y la presión geopolítica han convertido al sector en un eje de política industrial. La magnitud del giro se mide en cifras: la Unión Europea quiere movilizar hasta 800.000 millones de euros de aquí a 2030 para reforzar su autonomía militar y tecnológica.
En ese contexto, España prepara su propio salto. El Gobierno, forzado por la OTAN, prevé elevar el gasto en defensa del 1,3% al 2% del PIB en la próxima década. Traducido, unos 5.000 millones de euros anuales para modernizar equipos, reforzar la base industrial y mejorar la preparación de las tropas. Según los planes oficiales, un 35% de los fondos se destinará a personal y equipamiento, un 31% a tecnología y ciberseguridad y un 19% a nuevo armamento.
La lluvia de millones ya ha comenzado «en forma de anticipos», tal y como matizan fuentes empresariales. Entre el 16 y el 23 de septiembre, el Ministerio de Industria liberó 7.333 millones en préstamos a interés cero dentro de los Programas Especiales de Modernización (PEM). De los 31 proyectos anunciados, 14 han recaído en Navantia, Airbus España e Indra, las tres grandes contratistas del sector. «Ellas lideran el proyecto tractor y luego subcontratan a otras empresas», explican en Industria.
Expertos y empresarios advierten de que el verdadero desafío no es gastar, sino gestionar. En las últimas tres décadas, el sector se ha consolidado con unas 600 empresas, de las que 400 tienen actividad directa en defensa. «El sector está capacitado para absorber este dinero; lo que no está tan claro es que la Administración sepa gestionarlo», apunta Carlos Calvo González-Regueral, coronel de Infantería en la reserva.
A esa limitación se suma la falta de una estrategia de país. «Nuestras empresas se han internacionalizado bien y han logrado acuerdos de colaboración», explica Félix Arteaga, investigador principal de Seguridad y Defensa en el Real Instituto Elcano. La guipuzcoana Sapa acaba de cerrar un acuerdo de 5.000 millones con el Ejército de Estados Unidos, mientras Indra negocia con la italiana Leonardo para optar a contratos europeos de ciberdefensa. «Sin embargo, España, como país, no ha definido cómo quiere posicionarse. Y eso puede dañar al sector», advierte Arteaga.
Los analistas subrayan que la defensa debe entenderse como una estrategia de largo alcance. «No es solo una política industrial; es una política de Estado que debe articularse con la seguridad económica y el modelo productivo», destaca el investigador del Instituto Elcano. Esa visión requiere liderazgo desde el máximo nivel, como ya ocurre en Francia o Italia, donde los primeros ministros abren camino a sus industrias. También piden que la compra pública premie la innovación y defina nichos tecnológicos claros. «Europa exige a sus socios identificar sectores estratégicos y tejer alianzas más allá del marco comunitario; eso requiere liderazgo y visión de país».
Por ahora, los vientos de cola de la geopolítica compensan la atonía gubernamental. El año pasado, las empresas del sector instaladas en España alcanzaron una cifra de negocio histórica de 16.153 millones de euros, un 16,2% más que el ejercicio anterior, superando el récord de 2019, según el informe ‘Impacto económico y social de la industria de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio’ elaborado por PwC para TEDAE.
Falta de talento
La fiebre por la seguridad no se refleja solo en el aumento de los contratos públicos y la inversión. También se percibe en el mercado laboral: el sector cerró el último ejercicio con 260.050 empleos -entre directos, indirectos e inducidos-, un 20% más que los 215.000 de 2023. «El ritmo de crecimiento es enorme, por lo que son necesarios diversos perfiles en toda la cadena productiva», explica Gonzalo Lumbreras, director de Recursos Humanos de EM&E Group.
Sin embargo, persisten dificultades. «Existen vacantes difíciles de cubrir por la rapidez de los cambios tecnológicos», alerta Gerardo Sánchez Revenga, presidente de Aesmide, la patronal de las empresas contratistas con la Administración. Las previsiones apuntan a decenas de miles de nuevas contrataciones en los próximos años. «Buscamos ingenieros en telecomunicaciones, electrónica, informática, aeronáutica y mecánica», detalla María Fernanda Silles, directora de Talent Acquisition & Internal Mobility de Indra. Pero estos perfiles no siempre están disponibles. «Ha generado ciertos desafíos», admite. Una carencia que también se extiende a los puestos directivos, que «necesitan una profesionalización creciente», añade Liova Castillo de Vivero, executive manager del área de Defensa en LHH (Grupo Adecco).
El desafío de España no será solo invertir, sino convertir el gasto en capacidad productiva y tecnológica real. La carrera por la defensa puede ser, si se gestiona con visión industrial, la palanca que modernice parte del tejido económico más allá del ciclo geopolítico.